“Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anuncien los hechos maravillosos de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. Antes, ustedes no eran un pueblo; ¡pero ahora son el pueblo de Dios!; antes no habían sido compadecidos, pero ahora ya han sido compadecidos.” (1 Pedro 2:9-10)
Desde el principio, Dios lo eligió para un propósito muy especial. En Su sabiduría infinita, Dios lo eligió para ser Su embajador, Su representante personal aquí en este mundo. Dios lo movió de una vida sin propósito eterno para llevar a cabo Su gran plan de traer a todos a Él. Eres una vasija elegida de Dios. En Cristo, usted ha sido distintivamente separado para cumplir un propósito específico.
Pablo escribe, “Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de ustedes. En todas mis oraciones siempre ruego con gozo por todos ustedes, por su comunión en el evangelio, desde el primer día hasta ahora. Estoy persuadido de que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6).
Dios tiene un plan único para su vida. Este plan fue trazado antes de que usted existiera. Es un plan que trae satisfacción verdadera y personal a través del punto de partida de la vida—Jesús. Aunque usted lo encuentre difícil de creer, usted ha sido elegido por Dios para ser parte de Su familia real. Ahora usted es realeza. Eres hijo o hija del Rey Eterno. ¡Tremendo!
No hay un llamado más alto para su vida. Si Dios lo ha elegido para ser Su hijo o hija, no hay un mayor privilegio. Ninguna posición se puede comparar con ser heredero del Rey. Ya usted no es un esclavo de su pasado. Ya no es un esclavo del pecado. Ahora es un esclavo de Cristo. Él es su Salvador y Señor. La oscuridad no tiene poder sobre su vida. Nada escondido o visible puede separarlo de su nueva posición.
En Cristo Jesús, usted está permanentemente seguro: “Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 8:37-39).
Repase: Abra su Biblia y lea 1 Pedro 2:9-10
Reflexione: Considere lo siguiente: ¿Qué puedo hacer para que otros conozcan a Dios? ¿Cuáles habilidades se pueden usar?
Responda: En oración, pregúntese, “Señor, ¿qué debo cambiar a la luz de estas verdades? ¿Cuáles pasos debo tomar?”
Un Devocional de nuestro libro, Andando con Jesús.