“Y le preguntaron: ‘Entonces, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta, ¿por qué bautizas?’ Juan les respondió: ‘Yo bautizo con agua; pero en medio de ustedes está uno, a quien ustedes no conocen. Éste viene después de mí, del cual no soy digno de desatar la correa de su calzado.’ Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.” (Juan 1:25-28)
¿Ha respondido a una pregunta y los que están escuchando no tienen la menor idea de lo que está diciendo? Juan el Bautista puede identificarse con usted. Su respuesta a los que lo estaban interrogando fue muy clara. Estos agentes religiosos probablemente esperaron una respuesta más elaborada. Juan dio un mensaje bien sencillo, manteniendo su enfoque en el Señor.
Sus oponentes continuaron su lista de preguntas directas. Si usted hubiera estado en los zapatos de Juan, ¿cómo hubiera respondido? Considere las siguientes preguntas. ¿Por qué obedece a Dios? ¿Cuál es su motivo detrás de su actividad? ¿Por qué lee la Biblia y participa en la iglesia? ¿Por qué entrega el primer diez por ciento de su ingreso a la iglesia? ¿Por qué está sirviendo a Dios con su tiempo, sus dones y sus habilidades?
Estas preguntas requieren retrospección. Y nos obliga a pensar acerca del centro de motivación para nuestro ministerio. ¿Estamos obedeciendo a Dios para ganar más estatus social, más dinero o aumentar nuestro poder? Juan apunta a sus oponentes al Salvador. Juan estaba haciendo su parte para proveer un camino para poder ver al Mesías. Juan estaba planificando disminuir su popularidad para glorificar a Jesús.
Regresemos a nuestra pregunta. ¿Por qué obedece a Dios? ¿Consiste la meta de su vida en proveer un camino para poder glorificar a Jesús y afectar a otros a través de su vida? Espero que sí. Y si este es el caso, tenemos que tomar pasos para quitar el enfoque de nuestra vida y dirigirlo hacia el Señor. Esto no es necesariamente algo sencillo. Nuestra cultura promueve autosuficiencia y el egoísmo.
“Pero con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí;
y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gálatas 2:20).
Repase: Abra su Biblia y lea Gálatas 2:20 en su traducción.
Reflexione: Considere lo siguiente: ¿Es la vida de Jesús visible en mi actitud y en mis acciones? ¿Cuáles pasos de fe debo tomar?
Responda: En oración, pregúntese, “Señor, ¿qué debo cambiar a la luz de estas verdades? ¿Cuáles pasos debo tomar?”
Un Devocional de nuestro libro, Andando con Jesús.